Hace unas semanas el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA), dio a conocer los resultados del Décimo Cuarto Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar (ENPE), aplicado en alumnos de octavo a cuarto medio, el cual arrojó que en la Región de Antofagasta se produjo una baja en el consumo de marihuana y cocaína total (clorhidrato y pasta base), y un aumento en la percepción de riesgo.
Mientras que el consumo de tranquilizantes sin receta médica se ha mantenido estable en escolares respecto al estudio anterior (de 9,6% en 2019 a 8,4% en 2021). Sin embargo, esta estabilización en el consumo en torno al 10%, llama la atención considerando la situación de salud mental de niños, niñas y adolescentes post pandemia.
Y pese a que siempre es positivo ver que los estudiantes declaran menos consumo de alcohol y otras drogas, ya que ese es el público principal al que dirigimos nuestros mayores esfuerzos preventivos, estos resultados son recibidos con prudencia, considerando que la situación sanitaria puede haber influido en el acceso y la oferta de drogas, y que este descenso estaría vinculado a las restricciones impuestas durante la pandemia por COVID-19.
El efecto de las restricciones asociadas a la pandemia, y los resultados respecto al consumo durante la emergencia, pueden resultar influyentes, sin embargo, es importante evaluar los impactos que éstos generaron en las dinámicas sociales, culturales laborales, económicas y sanitarias. Esto, porque quedaron en evidencia necesidades que existen en materia de salud mental, especialmente la de niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Es prioritario abordar los resultados desde el fortalecimiento de los programas preventivos, con foco en la Salud Mental de la población infanto-adolescente. Para ello, consideramos que es crucial trabajar estrechamente con las comunidades educativas, padres, madres y adultos cuidadores en estrategias de gestión que propicien espacios de buen uso del tiempo libre, exploración y desarrollo de talentos, competencias y habilidades para la vida, así como la realización de deporte, actividad física y culturales. Prácticas que son incompatibles con el consumo de alcohol y otras drogas.
Para abordar esto, la nueva estrategia de SENDA considera como eje la sensibilización de la población respecto al consumo de alcohol y otras drogas, haciendo un cambio de paradigma en el relato y en la manera de entender que este es un fenómeno que responde a múltiples factores y, por ende, la solución debe ser abordada desde diversos sectores, con foco en la salud pública.
Si a lo anterior sumamos que Chile cuenta con una larga tradición de programas preventivos basados en evidencia, esto nos permite confirmar la importancia de contar con políticas públicas permanentes y sostenibles en el tiempo, con una mirada que aborde distintas dimensiones, como la educación, la salud, la vivienda, la cultura, el deporte, y factores socio-ambientales, entre otras variables.
El escenario nos insta a analizar y activar una fuerte gestión orientada a resolver no sólo los impactos psicosociales de la pandemia, sino además los fenómenos emergentes asociados al consumo de alcohol y otras drogas. En esta línea, creemos relevante promover iniciativas que busquen el desarrollo integral de niños, niñas, adolescente y jóvenes (NNAJ), tomando como punto de partida los cambios sociales que han llevado a una mayor aceptación de la diversidad, con enfoque de género, multicultural y trabajo intersectorial. Fortalecer la prevención y evitar riesgos asociados al consumo de drogas implica el despliegue de iniciativas territoriales que abracen las necesidades de todas y todos.